La violeta, el aroma de los amores divinos

La violeta es la base de muchos aromas, aunque su penetrante aroma se suaviza cada vez más en la Alta Perfumería. Una flor tan pequeña y extendida, y sin embargo, tan apreciada.

El nombre botánico de la flor de la violeta es Viola Odorata, es una pequeña planta que alcanza los 15 centímetros de altura, sin tallo y con una raíz perenne. Tiene unas flores grandes –de 2 centímetros de largo- y muy llamativa. Estas flores son olorosas, con un aroma dulce y penetrante y es muy utilizado en perfumería. Son de un color entre azul y púrpura -que da nombre al color violeta-, pero también pueden ser blancas.

La violeta florece entre marzo y abril, los campos se siegan para recuperar los tallos y las hojas y posteriormente son destilados con disolventes volátiles para conseguir la esencia absoluta. Se utiliza en perfumería desde los orígenes de la misma.

¿Sabías que la mitología atribuye la creación de la violeta por una petición de Zeus a la diosa Gea, para honrar a su amante Io?

Dice la leyenda que cuando  el dios Zeus se enamoró de Io, ordenó a la Tierra que creara en su honor la flor más exquisita y Gea creó Ion –violeta en griego-. Zeus se había encaprichado de la belleza de Io y la tentaba en sueños para que se entregara a él, contra la voluntad de su esposa y del padre de Io. Para enamorarla fue la petición de la creación de la violeta, esa planta sencilla, llamativa y de fragante olor.

Napoleón también recibió el apodo de Caporal Violette, por la afición que tenía por esta flor, que también se convirtió en el símbolo imperial napoleónico. Y en la época victoriana, su fragancia fue muy popular y se empleó fundamentalmente en el perfumado de los guantes de piel; una tendencia muy extendida para exhalar un aroma fragante, en un momento en que el besamanos era protocolario.

Hoy en día se utiliza en confitería –¿quién no ha probado un caramelo de violeta?-, en pastelería y, por supuesto, en perfumería.